diumenge, 2 de juny del 2019

EDUCACIÓ AFECTIVA I SEXUAL: Els ventres de lloguer

  La baja de maternidad europea sigue a la cola de las prioridades de la UE

¿Mi útero, mi decisión? Maternidad subrogada, prostitución y aborto

Mercado, vientres de alquiler, prostitución, aborto… El mismo debate 

El debate sobre los vientres de alquiler se aviva en España: ¿mujeres vasija o altruistas? 

 

Naturaleza y voluntad en la maternidad de alquiler: una mirada desde el sistema de filiación





 

El pasado 26 de junio Emilia Arias publicaba un artículo en respuesta a la aparición del manifiesto #nosomosvasijas y a la reacción que éste había suscitado por parte de la Asociación por la Gestación Subrogada en España. Cuatro días después, Beatriz Gimeno publicaba otro artículo en este diario contestando a algunas de las preguntas que el primer artículo planteaba, tales como la división interna de los feminismos sobre el asunto, la pertinencia o no de una retribución económica por la maternidad de alquiler, el tema de la regulación como garantía de buenas prácticas o como forma de oficializar el abuso y, finalmente, la cuestión de saber si la maternidad subrogada traduce un ejercicio de la libertad individual de las mujeres o más bien se erige como arma de dominación sexual y de clase versión 2.0.  El día 18 de julio Marta Borraz publicaba un tercer escrito en el que se resumían las posturas tanto de las articulistas antes citadas como de las dos instituciones enfrentadas.
En este contexto, la controversia generada en torno al tema de la maternidad subrogada parece cuando menos sintomática de que estamos en efecto inmersos en un paradigma uterocéntrico de concepción y de valoración de la vida humana (es decir: de cómo ésta debe producirse desde un punto de vista científico y moral). Así pues, si los vientres de alquiler causan tanto revuelo en países como España y Francia esto no es sólo porque dicha práctica se inscriba en un contexto de mercantilización radical de toda materia humana, como muy bien señala Beatriz Gimeno, sino también porque este fenómeno causa una fractura profunda en los cimientos de una manera concreta, históricamente configurada y éticamente posicionada de concebir la maternidad. Ciertamente, la concepción según la cual es madre la que da a luz, derivado contemporáneo del adagio latino mater semper certa est, se resquebraja frente a realidades como la de la maternidad de alquiler, en la que la gestación se produce en un útero diferente al de la progenitora genética del feto. Ahora bien, parece que la inamovible dualidad de la genética de la procreación (gameto masculino + gameto femenino = bebé) ya no va a encontrar siempre su traducción legal en modelos binarios de familia (papá + mamá = bebé), como sugiere el reciente caso de triple filiación en Argentina. Sea como fuere, que el tipo de filiación que rige en España actualmente hace del parto su piedra angular es algo que queda sentenciado en la ley 14/2006 del 26 de mayo. Y Alicia Miyares –portavoz del manifiesto #nosomosvasijas– viene a corroborar este marco legal al decir sobre la gestación subrogada, tal y como cita Borraz en su artículo: "Si se regula esta práctica, la filiación materna por el hecho de parir desaparecerá de nuestros códigos y pondrá en riesgo la custodia legal".





La historia del derecho como perspectiva sujeta a debate

Situándome en plena contienda pero tratando de ofrecer un nuevo punto de vista, este texto pretende ser una reflexión en torno a estos artículos, reflexión que haré de la mano del libro L'Empire du Ventre. Pour une autre histoire de la maternité, de Marcela Iacub.
El libro de la jurista argentina realiza un análisis minucioso de los procedimientos legales a través de los cuales el Código Napoleónico concedía ciertas libertades a los matrimonios estériles cuando éstos se las arreglaban para atribuirse el bebé de una mujer que deseaba abandonar a su recién nacido. Bastaba con hacer las cosas dentro de un cierto “régimen de apariencias”, es decir, haciendo que pareciese “verosímil” que el niño hubiera nacido de ese matrimonio, para que los jueces pasaran por alto el delito que implica la suposición de un parto. Las condiciones de esta verosimilitud eran la mención del nombre de la madre ficticia en el acta de nacimiento y que los supuestos progenitores hubieran tratado siempre al niño, al menos ante los ojos de la sociedad, como a un hijo propio. Al vetusto modelo napoleónico se le acusa, entre otras cosas, de favorecer la dependencia total de la mujer hacia el marido para todo tipo de asuntos civiles, de colocar a las mujeres solteras con hijos en situaciones a menudo delicadas en cuanto al reconocimiento legal de su estatuto de madres y, sobre todo, de crear una profunda brecha entre los hijos legítimos (nacidos de un matrimonio) y los hijos naturales (concebidos fuera del matrimonio), brecha en la que se originaban todo tipo de injusticias en el ámbito de la infancia. Sin embargo, el sistema napoleónico, hijo de la Revolución, poseía la extraña belleza, nos dice la autora, de colocar la “voluntad humana por encima de los hechos naturales y los valores religiosos”: a pesar de estos defectos mayores, la forma en que el Código Napoleónico organizaba el establecimiento de los lazos de filiación haciéndolos residir no en la verdad del engendramiento (el momento del parto) sino en la voluntad de una pareja –dentro del marco del matrimonio– de criar y educar a un hijo, concedía una serie de libertades que los historiadores han pasado por alto y que podrían servirnos de ejemplo a la hora de imaginar otros caminos posibles en un momento en que el propio modelo “uterocentrista” ha entrado en crisis. No está de más señalar que esta manera de concebir los lazos de filiación como fundados, por encima de todo, por el consentimiento de las personas de reconocerse a sí mismas en el interior de esos lazos, permitía salvaguardar a los ciudadanos de una excesiva curiosidad del Estado acerca de sus “verdaderos” orígenes o los de su descendencia.
Así pues, Marcela Iacub nos descubre este sistema de presunciones y apariencias, al modo de “técnicas de reproducción jurídicamente asistida” y nos sitúa frente al cuestionamiento principal de su ensayo: ¿qué papel atribuyen las sociedades a la voluntad humana y a la acción de la naturaleza para la construcción de un determinado sistema de filiación?, ¿cómo posicionarse ante la inequidad de los procesos biológicos cuando construimos los entramados éticos y políticos que nos permiten vivir en comunidad?
En la tercera parte del libro Iacub se centra en la probable desaparición de la figura del Accouchement sous x en Francia (el Parto Anónimo está prohibido en España desde 1999) y en la lucha que este país ha llevado a cabo contra la maternidad subrogada. De nuevo, ambos casos le sirven para defender la idea de que estamos ante una progresiva biologización de los lazos de filiación y también de la manera de entender las relaciones humanas en un sentido amplio. En todo caso, si el paradigma napoleónico no carece de ciertos inconvenientes, el nuevo sistema francés (al igual que el español), en el que la verdad de la filiación materna se corresponde escrupulosamente con la verdad del alumbramiento, redistribuye las desigualdades sociales al modo en que lo hace la propia naturaleza: dejando a algunos incapaces de concebir sin solución y a otros concibiendo sin haberlo deseado realmente. Y a esto se suma la asimetría radical en que se reparten los roles de género: puesto que a un padre no se le puede contestar la filiación, como antaño, si demuestra haber tratado siempre al hijo como tal, mientras que la vida de la mujer puede ser objeto de investigaciones penales con el fin de demostrar que ella es o no es la “legítima” (entiéndase aquí, biológica) progenitora del niño. A pesar del entusiasmo que el feminismo francés mostró ante la revolución familiar de los años 70, el alineamiento del sistema jurídico junto a las “verdades del cuerpo” (femenino) deja a la mujer como responsable última en materia de procreación, y ésta es una posición discriminatoria en la medida en que dificulta la equiparación del hombre y la mujer tanto en la esfera de los cuidados como en otros ámbitos de lo social.

¿El pulso de los materialismos o un falso debate?

Sea cuál sea la solución futura que nuestras sociedades le den a dicha controversia sobre el legítimo uso de los úteros, lo cierto es que para plantearse el problema con un poco de perspectiva no debería obviarse el proceso histórico de cómo hemos llegado a este punto. Sólo de este modo podremos elaborar estrategias que impidan que el mercado imponga las leyes sobre los cuerpos –puesto que el neoliberalismo, sagaz como siempre, ha sido el primero en darse cuenta de cuál era la brecha en el sistema y ya ha empezado a rentabilizarla. Ahora bien, ¿queremos entonces que sean los cuerpos los que impongan las leyes sobre nosotros? Aunque mi respuesta aquí es clara y contundente –NO–, considero más difícil responder a la pregunta de cómo impedir la mercantilización de los úteros de 2ª clase sin sacralizar la maternidad biológica al mismo tiempo. En efecto, el problema no puede ser debatido –únicamente– en términos de libertad y consentimiento informado, como señala Gimeno, puesto que eso equivaldría a asumir los mismos presupuestos éticos y la misma descripción del mundo que movilizan algunos de los actores implicados en el juego: actores que manejan, ciertamente, grandes cantidades de dinero en esta empresa altamente lucrativa. Ahora bien, si el feminismo materialista ha denunciado tradicionalmente las condiciones materiales en las que se produce la dominación de las mujeres, este tipo de feminismo es también el primero en señalar que la capacidad reproductiva de la mujer es una fuerza de trabajo continuamente invisibilizada y naturalizada en nuestras sociedades: el aprovechamiento gratuito de dicha fuerza de trabajo es pues una, si no la primera, de las condiciones materiales que permiten la subordinación de las mujeres en nuestro mundo patriarcal. A este respecto, tanto Beatriz Gimeno como Alicia Miyares parecen inscribirse en una lógica de lucha integral contra toda forma de capitalismo: que la fuerza de trabajo humana se comercialice en la actualidad no implica que también pueda hacerse lo mismo con la capacidad reproductiva de la mujer, e idealmente los esfuerzos deben ir dirigidos hacia la futura abolición de toda relación mercantil. La integridad de esta postura –que cojea, como digo, cuando se trata de argumentar por qué la capacidad de gestación no es considerada como una fuerza de trabajo más– no parece corresponderse en todo caso con la realidad sociológica de la mayoría de las firmantes del manifiesto #nosomosvasijas. Al ver a personalidades como Susana Díaz apoyar en Twitter la iniciativa prohibicionista, uno asocia difícilmente este colectivo al de radicales amazonas antisistema dispuestas a hacer saltar por los aires la estructura patriarcocapitalista…
Así pues, algunas activistas feministas luchan generosamente por impedir la rentabilización del trabajo uterino como forma de acentuar la fractura social y la dependencia de las mujeres hacia el sistema de consumo capitalista. A primera vista, sin embargo, parece que estos esfuerzos paralizan el debate en la esfera pública y acaban consiguiendo lo que tan altruistamente tratan de evitar: que la maternidad subrogada se produzca siempre en otro lugar, convirtiéndose en un negocio cuyas materias primas se extraen de la periferia económica del globo mientras que sus reglas se establecen en beneficio de demandantes occidentales. Marx afirmaba en 1867 “La familia ha sido arrojada al mercado” (Capital, Libro I, Capítulo XIII.3) ante el advenimiento del modo de producción capitalista y las profundas modificaciones que éste traería en las estructuras de la familia decimonónica occidental. Pues bien, ante este neo-colonialismo de tipo biológico, quizá podamos exclamar que los úteros nos pertenecen, y que por eso mismo nos vamos a sentar a deliberar sobre cómo regular la maternidad de alquiler en nuestro país, de modo que ésta se convierta en una forma de resistencia ante un integrismo esencialista de la maternidad y no en una fuente de nuevos agravios y desigualdades para las mujeres. Ardua tarea, ciertamente, pero no podemos consentir que un hecho biológico constituya la fuente misma de todo el entramado de leyes sobre la filiación, pues con ello el derecho (arma de lucha social donde las haya) optaría por no correr riesgos, limitando su margen de error y poniendo su imponderable capacidad creativa al servicio de los designios de Madre Naturaleza.
La idea de base de L’Empire du ventre, recordemos, es que el matrimonio cristalizaba la lógica del contrato: un contrato en el que dos personas se ponían de acuerdo para llevar a cabo un proyecto juntas, en este caso, un proyecto parental. Si la desempolvamos de las resonancias neoliberales que esta expresión puede producir en la actualidad (véase la posición de Beatriz Gimeno a este respecto) y extendemos la idea a otro tipo de uniones no-matrimoniales como marcos adecuados para la venida de un niño al mundo (padres o madres solteras, parejas homosexuales, etc.), el contrato no es más que el resultado del buen entendimiento ciudadano, un lugar para el diálogo y la imaginación política. Marcela Iacub nos propone desatarnos de las servidumbres del cuerpo para repensar la manera en que gestionamos nuestras relaciones familiares, un bello ejercicio de militancia jurídica que aún está esperando, por cierto, a ser traducido al español.

¿Mi útero, mi decisión? Maternidad subrogada, prostitución y aborto

La campaña #nosomosvasijas se opone a regular la fórmula conocida popularmente como “vientres de alquiler”, alegando que favorece la explotación de mujeres

Las Asociación por la Maternidad Subrogada en España contesta recordando el lema feminista “La mujer decide, la sociedad respeta, el Estado garantiza y las Iglesias no intervienen”




Está costando mucho abordar el debate sobre la regularización de la maternidad subrogada desde los feminismos. Las firmantes del manifiesto contrario a esta práctica, #nosomosvasijas, ven en ella una vulneración de los derechos humanos de las mujeres y la equiparan a la explotación.




Es un tema espinoso y corremos el peligro de encontrarnos en un “o conmigo o contra mí” que no trae nada bueno. Puede que entre las dudas y los matices encontremos puntos de entendimiento o, al menos, huecos para el debate constructivo. Partamos de la base de que todas las feministas estamos, lógicamente, en contra de la explotación o la negación de derechos a cualquier mujer en cualquier lugar del mundo.
Este debate recuerda mucho a otro: el sempiterno debate sobre la prostitución, en el que también se mezclan cuestiones tan complejas como la libertad individual y el contexto social. La prostitución ha sido probablemente el tema que más ha dividido a las feministas, entre las abolicionistas, que creen que es una forma de violencia hacia las mujeres, y las feministas que llaman a distinguir prostitución libre de trata y a reconocer la capacidad de decisión de las prostitutas. No es casualidad, por tanto, que las firmantes del manifiesto contra la maternidad subrogada sean reconocidas abolicionistas. Su discurso me suscita muchas preguntas, sin fácil respuesta:
Uno de sus argumentos principales es que la gestación subrogada extiende la dominación y el poder de los países del Norte sobre los del Sur. Es decir, primero explotamos sus materias primas y ahora también sus úteros. Pero ¿estamos siempre frente a un abuso de poder o también frente a estrategias adoptadas desde la libertad individual para cambiar o mejorar determinadas condiciones de vida? Es más, ¿acaso no existen mujeres europeas o estadounidenses de clase media, que muchas veces ya son madres, y que quieren ayudar a otras a serlo por puro altruismo? Y una pregunta más, si se están dando situaciones de abuso, ¿no deberíamos denunciarlas y establecer una legislación que proteja a las mujeres que quieran pasar por este proceso para que lo hagan en condiciones óptimas?
El mismo manifiesto habla del altruismo y la generosidad de unas pocas, es decir, reconoce la existencia de mujeres que deciden gestar a los hijos de otras u otros… Y si no es por generosidad y es por cuestiones económicas, ¿deja de estar bien? ¿Quién decide eso? ¿Debemos utilizar una suerte de ética universal para controlar las decisiones de las mujeres?
Es un tema que esta campaña dice plantear desde “la ética y la perspectiva de derechos” pero, ¿no es la misma perspectiva que la que se usa para abordar la prostitución olvidando a quienes la ejercen de forma libre y voluntaria?”
No es lo mismo la explotación sexual de mujeres (aquí podemos establecer un paralelismo con esas granjas de “úteros” justamente denunciadas por la campaña), que ejercer libre y voluntariamente la prostitución (y aquí otro paralelismo con esas mujeres que viven en Estados Unidos, por decir un lugar, y tienen una vida de clase media absolutamente acomodada y deciden prestar su vientre de forma libre para hacer posible la paternidad de parejas gay, lésbicas o de mujeres u hombres solos que deciden ser padres).
Al igual que ocurre con la prostitución, vemos que los valores morales de algunas personas entran en colisión con la libertad de decidir sobre sus cuerpos de otras. ¿Por qué si puedo vender fuerza de trabajo,no puedo vender mi capacidad reproductora? Rechazando la lógica neoliberal pero aceptando el hecho de que vivimos en un mundo en el que, desgraciadamente, debo trabajar o hacer algo a cambio de dinero para subsistir.
Y dejando absolutamente de lado cuestiones económicas, ¿por qué no puedo gestar un hijo o hija que mi prima, que es estéril, no puede gestar por cuestiones de salud?¿No es lícito y hasta bonito, según dicen algunas, hacer realidad el deseo de ser madre o padre de otras personas? ¿Queremos prohibir eso? Y Aunque estas mujeres sean, según las firmantes, “minoría”, ¿quiénes somos nosotras para decidir por ellas?
Sería interesante, por otra parte, preguntarnos si regular esta opción en nuestro país no sería una manera de evitar que muchos españoles y españolas vayan a buscar gestantes a lugares donde no se respetan sus derechos. Y de paso, nuevamente, denunciarlo y pedir a esos países que terminen con esas situaciones salvaguardando la integridad de esas mujeres y defendiendo sus derechos.
Y por supuesto, peleemos juntas contra las granjas de mujeres que nombra el esta campaña, utilizadas para parir en condiciones de vulnerabilidad y obligadas a renunciar a sus derechos sexuales. Y para aquellas que lo hacen libre y voluntariamente en países como India, estemos vigilantes para que los contratos que se establezcan no sean abusivos y les dejen capacidad para decidir a las gestantes en todo momento.
En reacción a la campaña #nosomosvasijas, la Asociación por la Maternidad Subrogada en España recuerda en este comunicado uno de los principios de la lucha por el derecho a decidir (relativo a la interrupción voluntaria del embarazo), apoyada por consenso por las feministas, es que “La mujer decide, la sociedad respeta, el Estado garantiza y las Iglesias no intervienen”. Entonces, si ese es el principio que une a todas las feministas, ¿no es contradictorio prohibir toda opción de que una mujer decida gestar una criatura bajo acuerdo con la persona o personas que van a criarla?
A veces el debate es imposible porque no usamos los mismos términos. Las abolicionistas hablan de mujeres prostituídas y no reconocen la expresión “trabajo sexual”, con el que muchas prostitutas definen su actividad económica, marcada por el estigma social y abocada a la economía sumergida. Las mujeres gestantes no consideran que están alquilando su vientre igual que las trabajadoras sexuales no consideran que están vendiendo su cuerpo, porque su cuerpo sigue con ellas después de prestar un servicio determinado a un precio determinado y su vientre es suyo en todo momento aunque albergue al hijo de otra o de otro.
Frente a la tentación de imitar la confrontación en el debate de la prostitución que tantas fracturas entre feministas ha provocado, el debate sobre la maternidad subrogada puede ser una oportunidad para proponer nuevos enfoques e intercambios ideológicos. Debatamos, conversemos, lleguemos a acuerdos. Basta ya de heridas abiertas, muy interesantes para el patriarcado, en las entrañas del feminismo.
¿Y sabéis qué? Que tenemos mucho trabajo por delante que debe servir para unirnos y tirar de más hilos para defender la autonomía de las mujeres sobre nuestros cuerpos . 

Mercado, vientres de alquiler, prostitución, aborto… El mismo debate

El debate sobre la gestación subrogada no se puede plantear en abstracto, como si fuéramos libres e iguales, como si no existiera patriarcado ni neoliberalismo

Considerar lícitas las estrategias de las mujeres para mejorar sus condiciones de vida no impide analizar críticamente las opciones que se les presentan






Los enfoques de la libertad individual obvian cómo los mercados oprimen a las personas
Los enfoques de la libertad individual obvian cómo los mercados oprimen a las personas
Parece que el debate sobre los vientres de alquiler va a dividir a las feministas exactamente igual que el de la prostitución. Y no es extraño. Creo que, para empezar, no estaría de más reflexionar por qué los temas en los que parecemos incapaces de ponernos de acuerdo son aquellos en los que hay empresas muy poderosas de por medio; empresas que, casualmente, no aparecen nunca en el debate intrafeminista, aunque podemos imaginar que de alguna manera tienen que condicionar las políticas que les afectan y desde luego deben condicionar una parte del discurso; cualquier empresa de cualquier sector lo haría.
No es posible un debate real si no entendemos que no estamos debatiendo de lo mismo, ni con los mismos medios. A un lado habrá gente convencida y posiciones ideológicas puras, no lo dudo, pero hay mucho dinero en juego y hay poderosos lobbies funcionando. Del otro, hay posiciones ideológicas que pueden estar equivocadas, pero no hay dinero. Y esto lo condiciona todo. Al menos deberíamos hacer visible esa diferencia. Donde hay dinero hay mucho esfuerzo por crear hegemonía ideologica y cultural. Y hay resultados también.



Ambos debates tratan de lo mismo, de la libertad individual frente a lo social, del poder del mercado en definitiva, aunque aquí añadimos la cuestión patriarcal, que no es poca cosa. No hablamos sólo de prostitución y vientres de alquiler o, al menos, yo no lo hago. Yo hablo de óvulos, sangre, órganos, trabajo, niños/as y todo aquello que es, o puede ser, objeto de compra/venta en el neoliberalismo. Yo hablo de cómo se construye y se entiende la libertad individual en todos esos casos y muchos otros. Hablo por tanto de estructuras sociales y económicas, y hablo de que no entiendo por qué quien es capaz de ver la estructura en muchos casos, no la ve cuando hablamos de mujeres; por qué quien denuncia como injusto que vayamos a un sistema en el que los pobres se vean obligados a vender su sangre como en el siglo XIX, les parece bien en cambio que eso mismo lo hagan las mujeres con las partes o capacidades de sus cuerpos que les son propias y que demandan los mercados.
Parece ser que ver la estructura económica neoliberal es mucho más fácil de ver que la estructura patriarcal, por más que las feministas digamos tenerla siempre en cuenta. La razón de esto la conocemos: absoluta naturalización de la posición social, sexual, económica de las mujeres, naturalización del funcionamiento sexista de las instituciones culturales, políticas, económicas, simbólicas etc.
Emilia Arias ha escrito un artículo en el que se hace eco del debate suscitado recientemente con el manifiesto #nosomosvasijas y se hace también una serie de preguntas retóricas a las que quiero contestar. Sus preguntas me parecen retóricas porque, como ocurre con la prostitución, la mayoría de la gente que se hace preguntas respecto a estos temas, tiene sus respuestas decididas de antemano y casi nadie asume la posibilidad de cambiar de opinión dependiendo de las respuestas.
1.¿Estamos siempre frente a un abuso de poder o también frente a estrategias adoptadas desde la libertad individual para cambiar o mejorar determinadas condiciones de vida? 
Obviamente siempre que alguien hace algo sin tener una pistola apuntándole es porque ese algo mejora sus condiciones de vida. Cuando las mujeres de Bangladesh trabajan por 2 dólares al mes eso es mejor que no ganar absolutamente nada. Cuando aquí aceptamos salarios de 700, es mejor que nada y firmamos esos contratos con nuestra propia mano. Estamos ante el argumento neoliberal por excelencia. Aquí no hay esclavos/as, sino gente que acepta las condiciones dadas. Es el eterno tema de la libertad individual frente a lo social y lo político en el neoliberalismo. El sistema crea las condiciones necesarias para que mucha gente tenga que “optar” por hacer justo lo que el sistema exige y necesita.
En el caso de las mujeres, el sistema que las condiciona es doble: patriarcal y neoliberal y las condiciones de partida son siempre peores, las opciones más limitadas. Pero sí, casi todo lo que hacen las mujeres son estrategias para mejorar sus condiciones de vida, por supuesto, y considerar que eso es lícito no exime de analizar críticamente las opciones que se les presentan a las mujeres. Máximo respeto a sus decisiones, lucha sin cuartel contra el sistema.
2- ¿Hay mujeres que pueden hacerlo por generosidad?
Naturalmente,  pero numéricamente son muy pocas. Si Emilia Arias hubiera revisado las leyes existentes hubiera visto que hay varios países en los que la donación de vientres está permitida (y yo soy partidaria de estas leyes). Es un acto de enorme generosidad al que no me opongo. ¿Cuál es el problema entonces? Que sólo se dona por amor y generosidad: una amiga por un amigo querido, una madre por una hija o una hermana por otra. No hay donaciones a desconocidos (o serían mínimas), de la misma manera que nadie dona un riñón a un desconocido, aunque sí a un hijo o a una amiga.
Gran Bretaña es un ejemplo. En ese país, la donación está permitida pero un juez vigila que no haya dinero por medio. ¿Resultado? Sin dinero no hay apenas casos y no se cubre ni por asomo la demanda, que sigue acudiendo a los países pobres o, en caso de tener mucho dinero, a EE.UU. Allí se ha abierto un sistema en el que las mujeres de clase media baja pueden ganar un dinero que les es muy necesario para cubrir necesidades como seguros médicos o universidad para los hijos/as. Los padres/madres subrogantes, así como las empresas, se esfuerzan en decir que ellas no lo hacen por dinero, pero si no tienes varios miles de euros no hay niño/a. Seguramente, las mismas mujeres piensen que lo hacen por generosidad.
De todas formas, no está de más consultar las muchas asociaciones de mujeres arrepentidas de haberlo hecho y a las que la experiencia les ha destrozado la vida. Como en el caso de la prostitución, sólo vemos y atendemos a la parte que nos da la razón en nuestros argumentos. Y la parte que nos da la razón oculta una ingente cantidad de dolor humano que pasa completamente desapercibida en el debate. En ambos debates parece mucho más importante tener razón que empatizar con el dolor ajeno.
3- ¿Por qué si puedo vender fuerza de trabajo, no puedo vender mi capacidad reproductora?  
No es lo mismo, porque cultural, simbólica y subjetivamente no es lo mismo. En todo caso, no hay aquí espacio para argumentarlo. Pero, para empezar, está por ver que lo que se venda sea la capacidad reproductiva. Lo que se vende es un niño/a. Alguien da dinero y alguien les entrega un niño o niña.
¿Qué diferencia hay entre encargar un niño por dinero o comprarlo una vez ya nacido? No encuentro ninguna. ¿Es lo mismo vender la fuerza de trabajo que a los niños/as? Bueno, para el neoliberalismo sí, de hecho la escuela neoliberal de Chicago tiene varios trabajos en los que se defiende que debería abrirse el mercado de niños pobres. Su argumento es impecable: hay niños pobres que nadie quiere, hay ricos que quieren a esos niños/as: venderlos es lo más eficiente. Para las personas antineoliberales no. El mercado no debe regular las relaciones humanas, ni las personas pueden ser objeto de compra/venta.  Es una cuestión puramente ideológica: Aquí hay poco que debatir, se trata de lucha política.
4- ¿Por qué no regular para así mejorar los derechos de las mujeres? 
Tampoco esta pregunta tiene respuesta porque es igualmente ideológica y política. Se regula desde y para el régimen político y económico imperante, esto es, se regula desde el mercado y para el mercado. Muchas pensamos que hay cuestiones que deben mantenerse fuera del mercado. En todo caso, los 600 euros de salario están regulados, el trabajo por 2 dólares en la India está regulado. Eso es lo que dice la Escuela de Chicago de la compra/venta de niños/as, que su regulación abriría un enorme mercado en mejores condiciones para todos/as. Al fin y al cabo ya se venden niños y niñas, pero la falta de regulación hace que esto se haga en malas condiciones.
Cierto, desde el punto de vista neoliberal, es incluso posible que esa regulación trajera mejoras a esos niños/as. Esto es como la pregunta 1 y la libertad. Si regulamos el trabajo infantil o el trabajo esclavo, algo mejorarán estas personas pero esa no es la cuestión. Muchas personas defendemos una ética social en la que no sea el mercado el mecanismo que regule la vida. Luchamos por expulsar al mercado de nuestras vidas. Luchamos también por hacer visible la estructura neoliberal y patriarcal que aquí se da por naturalizada, como si no hubiera otra posibilidad, otro mundo posible, y a la que se atribuye incluso capacidad para mejorar la vida de las mujeres.
5- Vigilemos que los contratos que se establezcan no sean abusivos y les dejen capacidad para decidir a las gestantes en todo momento.
Ah, el contrato… para la ideología neoliberal el contrato expresa siempre la voluntad de las partes y por eso se sobrepone a todo;  es sagrado. El contrato sobre un niño por nacer es legal solo en EE.UU y en países muy pobres.  En la mayoría de los países, sin embargo, un contrato sobre un niño o niña por nacer es nulo de pleno derecho porque ninguna mujer puede contratar nada sobre un niño o niña que no ha nacido, que no le pertenece a ella (ni a nadie) porque no es una cosa, nadie puede entregarlo, venderlo, enajenarlo y en caso de que ella no lo quiera (y tiene derecho a renunciar a él o ella) es el Estado el que debe hacerse cargo de que se le encuentre la mejor familia posible y no quien esté dispuesto a pagar. No puede haber un contrato que obligue a entregar por dinero a un niño o niña que aun no ha nacido y que, además, no es tuyo ni es una cosa. 
Desde nuestra posición ideológica no se puede firmar un contrato para entregar un niño o niña a cambio de dinero a nadie. ¿Nadie encuentra que es contradictorio examinar atentamente a los padres/madres que van a adoptar y que en cambio cualquiera pueda comprar un niño/a? Esta es una de las grandes victorias del negocio reproductivo, junto con venderlo como un avance de la libertad (incluso de las mujeres)
Finalmente, este debate nos va a enfrentar igual que el de la prostitución, sí. Pero se equivoca quien piensa que “este” lado es un bloque; de hecho, creo que es más diverso que el otro. Tenemos muchas divergencias sobre qué hacer, cómo actuar sobre la prostitución o los vientres de alquiler. Estamos en desacuerdo sobre las soluciones y sólo nos une una cosa: ¡Es la estructura! Este debate no puede hacerse en el vacío social, como si todas fuéramos libres e iguales, como si no existiera patriarcado ni neoliberalismo.
Como si el deseo de los ricos  de tener hijos generara un derecho, como si la situación de mayor pobreza de las mujeres con respecto a los hombres fuera casualidad, como si los hombres tuvieran unas necesidades sexuales misteriosas que tienen derecho a satisfacer sin que nadie se pregunte por qué y, si esto es así, por qué ellos sí y nosotras no; porque nosotras estamos en el lugar de las putas y ellos en el de los puteros, porque ellos compran y nosotras vendemos; porque en la India hay granjas de mujeres y no en EE.UU; por qué se venden los cuerpos de las mujeres y no los de los hombres; porque nos parece mal abrir el mercado de órganos y no el de óvulos o vientres.
¿Cómo es posible escribir de esto ignorando el efecto que produce la apertura de cualquier mercado sobre la desigualdad Norte-Sur o entre clases sociales? ¿Ignorando que siempre que se abre un mercado, se obliga a lxs pobres a entrar en él, quieran o no; que así funcionan los mercados? ¿Cómo es posible escribir tantos artículos a favor de la prostitución o los vientres de alquiler sin mencionar siquiera ni el neoliberalismo, ni el patriarcado y en los que el supremo argumento es siempre la libertad individual? Eso puede hacerlo una persona neoliberal pura pero… ¿nosotras? ¿El feminismo?
Ni siquiera el aborto es un derecho individual y por eso tiene que estar inserto en una cadena de derechos sociales que le den sentido; de otra manera será sólo un privilegio de las ricas y no un derecho social. De la misma manera que no queremos que el aborto sea un derecho ligado al mercado, tampoco queremos mercantilizar los demás aspectos de las vidas o los cuerpos de las mujeres; tampoco de lxs niñxs. 
Estoy de acuerdo en que las respuestas a estos temas no son nada fáciles; estoy de acuerdo en que hay que debatir mucho más, pero o debatimos desde una base mínima común (es la estructura, es el mercado) o entonces es imposible ningún debate. Mucha gente ha gritado que “no somos mercancía en manos de los banqueros y las empresas”… pues seguimos gritándolo y gritamos además que las mujeres tampoco.

El debate sobre los vientres de alquiler se aviva en España: ¿mujeres vasija o altruistas?

Varias académicas han lanzado el manifiesto #nosomosvasijas, que ha reabierto la polémica sobre este fenómeno, en el que sostienen que "las mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial"

Las organizaciones a favor enmarcan la práctica en la generosidad y sostienen que "surge de la libertad que tienen las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo"

Algunos estados de Estados Unidos o Rusia permiten la gestación subrogada, otros como Reino Unido solo si se realiza altruistamente y un tercer grupo la prohíben, como España




El tabaco y la contaminación en el embarazo, principales causantes del asma
La gestación subrogada está prohibida en España por la Ley 14/2006 de 26 de mayo sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida


La gestación subrogada, los llamados vientres de alquiler, es una práctica prohibida en España. Sin embargo, el debate está candente desde hace años. Una polémica que se ha reavivado ahora con el lanzamiento del manifiesto #nosomosvasijas, elaborado por un grupo de académicas y juristas feministas. En él muestran su "preocupación ante los variados pronunciamientos a favor de la regulación de la maternidad subrogada". Algo por lo que trabajan organizaciones como la Asociación Son Nuestros Hijos y la Asociación por la Gestación Subrogada en España (AGSE), que ha redactado una iniciativa legislativa popular con este objetivo.
La profesora de Derecho Internacional Privado Silvia Vilar González define esta técnica en el estudio Situación actual de la gestación por sustitución como el "encargo realizado por una persona o pareja a una mujer que, gratuitamente o a cambio de prestación económica, se compromete a gestar en su vientre el futuro hijo de aquellos, que entregará una vez se produzca el alumbramiento, renunciando a todo derecho que pudiera ostentar sobre el menor". Una explicación que, tanto para unas como para otros, perfila una realidad diferente que encierra varias de las claves del debate:


1. ¿Alquilar el cuerpo de la mujer o donar la capacidad reproductiva?

Para la filósofa Alicia Miyares, portavoz del manifiesto, se trata de un tema "con implicaciones éticas y jurídicas muy profundas". Entre ellas, que "esconde un consumo patriarcal por el cual las mujeres se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial". En su opinión, "no puede ser objeto de contrato el útero ni la criatura que nace". A esta idea se opone Antonio Vila-Coro, vicepresidente de Son Nuestros Hijos (una asociación por la gestación subrogada), que afirma que "ni los niños ni las mujeres se compran, lo que se hace es donar la capacidad de gestar igual que se donan óvulos o semen".
Una "venta de capacidades reproductivas" que, según Miyares, "no se puede comparar con la venta de la fuerza de trabajo" porque "que exista un mercado laboral de explotación no exige que inventemos nuevas formas de abuso, sino que debemos combatirlo". Sin embargo, Aurora González, portavoz de AGSE, no enmarca la gestación subrogada en la relación comercial y sostiene que "se trata de que una mujer cuide a su hijo durante nueve meses, los padres no compran nada, es su hijo desde el principio".

2. Generosidad y altruismo

Las firmantes del manifiesto argumentan, por el contrario, que la solidaridad "solo sirve de parapeto argumentativo para esconder el tráfico de úteros y la compra de bebés estandarizados según precio" y "refuerza" la definición de las mujeres como "seres para otros". Miyares sostiene que "la lógica neoliberal quiere convertir esa práctica en un nicho de negocio y fuerza a hacerlo a las mujeres en situación de extrema miseria".
En opinión de Aurora González, estas mujeres "practican la generosidad con otras personas que no tienen la suerte de poder tener hijos de otra forma" y la compensación económica "se otorga en función de las molestias que supone ser mujer gestante, al igual que se hace con las personas que se someten a ensayos clínicos", aclara Vila-Coro. Por ello, la iniciativa legislativa popular que han desarrollado especifica que "la mujer gestante debe disponer de una situación socio-económica estable" con el objetivo de "asegurar que no lo haga por necesidades económicas", explica González.

3. La libertad de la mujer

De qué forma enmarcar el debate en el principio de libertad individual divide profundamente a ambas partes. La gestación subrogada es una práctica que, desde el punto de vista del vicepresidente de Son Nuestros Hijos, "surge precisamente de la libertad que tienen las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo". Por ello, González explica que la regulación que proponen desde la AGSE "se basa en que sea una decisión libre, voluntaria, consciente e informada", para lo que establecen una serie de filtros relacionados con el estado de salud psicofísica y la capacidad de obrar de la mujer.
"Nosotras somos capaces y maduras para entender lo que significa cuidar durante nueve meses a un hijo de otros porque ellos no pueden hacerlo", argumenta. No obstante, Miyares insiste en que, tras esa libertad, "hay una estructura neoliberal que quiere comprarlo y venderlo todo, a la que hay que poner límite". Esa frontera, sostiene, "es el cuerpo, por eso hay leyes que impiden vender un riñón". Según el estudio La subrogación uterina: análisis de la situación actual, elaborado por la Fundación Víctor Grífols i Lucas, las parejas que acuden a Estados Unidos, uno de los países más demandados, "pagan de 75.000 a 95.000 euros" por este proceso "a través de una empresa".

4. Situación jurídico legal en el mundo

Pero no se puede hablar de gestación subrogada sin atender a lo que ocurre en el extranjero. La Ley 14/2006 de 26 de mayo sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida lo prohíbe expresamente en España al establecer que "la filiación de los hijos nacidos por gestación de sustitución será determinada por el parto". La gestante se convertirá en la madre legal del bebé a todos los efectos. Este es uno de los aspectos que más preocupa a Miyares: "Si se regula esta práctica, la filiación materna por el hecho de parir desaparecerá de nuestros códigos y pondrá en riesgo la custodia legal".
Vilar González recoge en su investigación tres posturas destacadas sobre maternidad subrogada: los que la regulan con fines comerciales y altruistas (varios estados de Estados Unidos, Rusia, India o Ucrania), los que solo la admiten si se realiza altruistamente (Reino Unido, Dinamarca, Brasil o Canadá) y aquellos que prohíben expresamente la práctica, como Francia, Austria o Italia. Sin embargo, muchos de los que lo permiten establecen ciertas restricciones, como la exclusión de personas homosexuales.
A pesar de que las condiciones son diferentes en cada país, las firmantes de #nosomosvasijas remarcan que "no se debe idealizar el negocio de compra-venta de bebés (...) viva ésta (la mujer) en la dorada California o en un barrio de la India". En este país, comenta Miyares, "están hacinadas y explotadas y son obligadas a hacerlo por la familia o por necesidades de supervivencia". Para González, la manera más efectiva de luchar contra estas situaciones "es regularlo en España en condiciones óptimas, porque así, muchos ciudadanos que recurren al extranjero, no lo harán".

dissabte, 1 de juny del 2019

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